Como indica el título, el odio es un sentimiento perjudicial y una de las malas cualidades esenciales en la conducta humana. En algún momento de nuestras vidas, todos hemos experimentado un profundo rechazo hacia alguien debido a diversas razones o circunstancias, y el odio es precisamente ese sentimiento de repulsión hacia otra persona.
Una de las raíces del odio es la envidia. Cuando miramos a los demás con sentimientos de celos e ideas de maldad, estamos preparando el terreno para odiar.
La base del odio reside en la acumulación de sentimientos venenosos, que pueden surgir por diversas causas, como infancias desafortunadas, relaciones sentimentales fracasadas, resentimientos injustificados, autovictimización, entre otras.
El odio es precursor de la ira. Las personas que viven en el odio también viven en la ira. Aquellos que se sumergen en el odio inevitablemente experimentan sentimientos de rabia y enojo. Cualquier circunstancia que les parezca injusta, aunque en realidad no lo sea, les brinda la oportunidad de manifestar y derramar su veneno hacia cualquier persona, incluso hacia aquellos que les son cercanos. En ocasiones, pueden llegar a desconocer o olvidar lazos familiares debido a cuestiones insignificantes, como un desacuerdo sobre un tema determinado. El odio es lo opuesto del amor.
El propósito de este escrito es que todos aquellos que lo lean puedan interiorizar estos mensajes, reflexionar y comprender que todo lo que observamos en el exterior no es más que una proyección de nuestro interior, es decir, de lo que realmente somos.
En el caso del odio, el mensaje que quiero transmitir es que esta cualidad negativa se puede eliminar al mirar hacia nuestro interior y cultivar el amor. Amar a los demás implica, en primer lugar, aprender a amarse a uno mismo. Amarse significa liberarse de los resentimientos, alejarse de las personas con malas intenciones y buscar la compañía de aquellos con sentimientos nobles y acciones loables. Amar no implica desinteresarse por los demás; un ser humano que vive en el amor no olvida a sus semejantes ni al mundo en el que habita, más bien está siempre dispuesto a tender una mano a aquellos que han caído en desgracia.
Siguiendo estas prácticas, a través del servicio desinteresado y haciendo el bien por el bien mismo, practicando la tolerancia a partir de la comprensión interna, para luego entender las acciones de los demás, es posible erradicar el odio y vivir en el amor.
Miranda Luis Emilo
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